Carlos Cortés

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Carlos  Cortés

Vivió en la ciudad de Guanajuato y tomó clases en el taller de dibujo al natural del pintor Dean Gazseley. Egresado de la escuela de Artes Plásticas del Instituto Cultural Cabañas y egresado de los Talleres de Animación Clásica, Apreciación Cinematográfica y Guion Cinematográfico en el Centro de Arte Audiovisual.

Quote El arte es una granada que te estalla en la mano.

Su estudio está habitado por arte y objetos extraños, inesperados, que se incorporan a su pintura en símbolos.

OBSERVAR Y COMPRENDER

Desde niño observaba muchísimo, me callaba y nada más estaba viendo a las personas, cada mirada, cada cosa, detectando, evidentemente no sabía para qué me servía y ni siquiera lo hacía conscientemente. Ahora me doy cuenta para qué sirve: cuando estoy pintando alguna pieza tengo la pretensión de saber qué es lo que estoy haciendo; pero otras veces la pintura se va sola. Le empiezo a poner símbolos, estos elementos que llamo de impacto, y entonces comienzo a echar cabeza, y veo que no son gratis, y digo “claro, es que esto vino por esto otro, y esto por esto otro”. Es cuando me viene la satisfacción de pintar, porque pintar por pintar no me causa satisfacción. Me da satisfacción el entender qué es lo que estoy pintando.

IMPACTO Y ARTE

Los objetos que incorporo en mi obra significan algo, creo fervientemente en que la manera en que maquina mi cabeza encontrará eco en otras personas que puedan ver mis cosas y que ellos entenderán por qué lo hice y, si no, que al menos le den otra lectura completamente diferente, pero que les llame. El arte en general es como una granada que te estalla en la mano, que de las esquirlas alcanza a cualquier cantidad de personajes insospechados, pero que esta onda de impacto te alcance con una sonrisa. Que tú estés viendo algo que verdaderamente te deje herido, pero te deje pensando.

EL SÍMBOLO REAL

Sueño bastante, casi siempre son persecuciones. Me levanto y lo apunto. Mis sueños se quedan en el mundo de lo onírico, no los llevo a la pintura. Desde la realidad es mi ficción, desde cosas que verdaderamente han sucedido, de los lutos cotidianos, de la agonía del amor, de las traiciones. Lo que yo quería era hacer cine, estudié cine, pero entonces me encontré con la pintura y me di cuenta que podía hacer cine en un cuadro, podía narrar historias. Luego entré a talleres de literatura, porque quería narrar algo, de eso estaba seguro, no sabía qué ni cómo. Algo me estaba sucediendo porque yo era observador y me sucedían muchas cosas adentro, muchas cosas de las que quedan afuera, las veía, las decodificaba y eso lo tenía que vomitar de alguna manera.

LA LUNA DE CARLOS

Me pareció fascinante el tema del Sol, porque me manejo más en el lado de la Luna, mi vida se sucede más por la noche, me pareció interesantísimo porque he estado trabajando con el elemento Fuego. He tenido fascinación por la figura de Ícaro, que juega con Fuego, a pesar de la advertencia se acerca al Sol, pierde las alas y cae estrepitosamente. Veo también al Fénix que renace, es un juego circular, si volteamos la pintura en lugar de estar cayendo está levitando. Esa dualidad de discursos era lo que quería plantear junto con Ícaro, no es el Sol, él quiere jugar con fuego, se quiere quemar para caer y luego levantarse, y experimentar con algo prohibido para él y su destino es hacerlo. La granada es el Sol, le llamaban la fruta del dragón, pero he pensado que es una fruta de sangre. El Sol está partido con una fruta de sangre que sirve como el brote vital del personaje, es su corazón. Es un autorretrato, con sus tentaciones o con sus demonios, no sé, pero es algo que lo impulsa a ser eso que no debe de hacer para luego reconstruirse.

 

 

El realismo, la mitología y el simbolismo nos hacen cuestionarnos la frágil certeza de lo que vemos. La granada dentro de un cráneo, un vanitas que nos recuerda nuestra condición efímera, es un fruto que provoca deseo, su color, sus jugosas semillas, orillan a poseerlas. Carlos Cortés plasma al Sol en el cuerpo de una Perséfone trimórfica que huye, la tentación multiplica a la insatisfacción, él mismo es el Hades que pierde a Perséfone, que se le escapa del inframundo, ella, amorosa, le deja granadas para que se alimente mientras regresa. El arte es la  inmortalidad, es un fuego que sobrevive a la muerte, la pintura da vida al mito.


Óleo y cera lacre sobre tela
132 x 132 x 7.5 cm
2016

   
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