Los siete días de la semana
Carlos Marín
Escultor y dibujante, vive en la ciudad de Cuernavaca, Morelos, y es originario de Michoacán. Su jardín está poblado con sus personajes, con fragmentos de sus esculturas que se integran a los árboles. Interpreta el cuerpo y lo lleva a una dimensión mítica, al paganismo de una ofrenda.
El concepto primigenio de su obra es la pureza del desnudo unido a la pureza de la cerámica.
EL ORIGEN Y EL BARRO
A mí una de las cosas que más me inquieta de hacer escultura es el paso del tiempo. Usar este barro es una forma de pensar que estoy regresando desde origen del hombre hasta ahora. La idea es representar en ellas el paso del tiempo porque si las observas no sabes si fueron hechas ayer o hace mil años, son atemporales.
BARRO MÍTICO
Creo que el ser humano es mucho más de lo que uno piensa que es. Si decimos que tenemos una parte divina, ya sea por vanidad… Lo padre de la escultura es que haya un reflejo de alguna divinidad. No son esculturas de desnudos por ser desnudos y mostrar el cuerpo. Simplemente es un desnudo por mostrar la parte natural y por eso llevan este tipo de tocados porque hay una intervención cultural, y el grabado en el barro para mí es religioso. Estoy manejando la parte de tener una mitología, trato de unir en la pieza la parte mágica y la parte real del cuerpo.
MEMORIA Y ESCULTURA
Normalmente jamás uso modelo. El modelo que tengo es el modelo involuntario, por ejemplo: te estoy viendo a ti y te estoy registrando. Estoy formándome una idea de lo que puede traducirse en una escultura. Lo que tú me puedas decir a mí o provocar, eso lo guardo para después. Todo se va amalgamando. Al hacer una pieza, no hago a la persona, pero hay una intención de repetir algo que ya viví o que sentí de esa persona. Trabajo de memoria, pero es una memoria muy caprichosa, no es lineal, de repente eres tú o es otra persona, es un libro, en fin. Ninguna de mis esculturas tiene proporción real, tienen brazos larguísimos, manos muy poderosas… Todo esto es para registrar algo que quiero decir y que no encuentro las palabras.
LA LETRA M COMO ESPACIO ESCULTÓRICO
La pensé como una base para hacer las cosas porque quería hacer un todo. Pensé que una parte era la letra M y evidentemente el humano es parte de este conglomerado. Son los siete días de la semana metidos en este espacio y para mí abarcó un todo, una vida totalmente social expuesta ahí, en ese espacio ocurre todo. En un periódico como Milenio pensé que siempre tiene que estar alrededor de ese acontecer. Creo que hay algo de ritualidad. Hay uno que está jugando con su pelota, este personaje está cargando a otro. Aquí hay un anciano —por decirle anciano— pero es un señor de barba que está desnudo, y en él hice una idea que tuve que es vestirlo, sin vestirlo. Tienen dibujada la ropa. Para mí el cuerpo es lo más sincero. Al poner la ropa sobre el cuerpo, pero que en realidad está dibujada, me parece que la sinceridad no se pierde, se socializa. Es la cualidad de estos penachos, de los tatuajes, estas cosas las voy anexando porque están haciendo un ritual social.
Cerámica de alta temperatura con óxido, pigmentos y lápiz sobre triplay de pino
59 x 57 x 35 cm
2014