Carlos Pellicer

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Carlos  Pellicer

En su pintura habita la poesía que vivó desde niño, el paisaje y la abstracción son sus puentes de interpretación de la realidad. Cuando era muy joven conoció a Guayasamín, que se alojó en su estudio en México, de ese momento queda un retrato que refleja la pasión que aún hoy tiene por la pintura.

Quote En la pintura afloran todas las vivencias pasadas

Nací en la ciudad de México, en 1948. Mis padres –Juan y Blanca- fueron los mejores que puedo imaginar. Mientras más años vivo, más los comprendo y así, los quiero más y mejor. Gracias a ellos y al mundo con el que me rodearon, soy lo que soy. El recuerdo de mi tío Carlos, es excepcional. El fue poeta, uno de los más grandes de nuestro idioma en el siglo XX. Siempre vivimos muy cerca de él y su presencia fue definitiva para mi vocación. Tanto en su casa, como en la nuestra, colgaban cuadros de grandes pintores. Desde que tengo memoria, quise seguir ese camino.

El primer día que entré a la Escuela de Artes Plásticas, encontré no sólo el terreno que soñaba, sino la libertad para trabajar en lo que quería. Por ese tiempo me enamoré por primera vez, recuerdo feliz que me marcó para siempre.
He viajado bastante. Conozco algo de Europa, de Estado Unidos y de nuestra América. Hace mas de 40 años conocí a Julia, mi mujer, ahora madre de María y Carlos, nuestros hijos. Encontrarla y vivir con ella y ellos es el milagro cotidiano, la increíble fortuna de mi vida.

Cuando María y Carlos eran chiquillos, quise contarles cuentos hechos a su medida. Por ese tiempo surgió la oportunidad de ilustrar un cuento y sin saberlo abrí una puerta que me ha traído buenos amigos y buenos encuentros. Dedicamos mucho tiempo a los amigos. Estar en buena compañía y sentir su cariño alrededor, es una necesidad fundamental para nosotros.

Siempre que trabajo escucho música, y la disfruto casi tanto como pintar. Leo novelas, pero leo más poesía.
Sigo pintando , imaginando cuentos e ilustrándolos de vez en cuando.

 

Carlos Pellicer López.
Ciudad de México , abril 2024.


Encáustica sobre madera prensada 

130×130 cm

2019 

   

Con paciencia y deleite nos muestra cómo “cocina” su encausto y derrite ceras y pigmentos para crear sus propios colores.

PAISAJE Y ABSTRACCIÓN

En un principio cuando empecé a pintar, lo que me interesaba era el paisaje, pero había que llegar a tercer año, porque paisaje era optativa de tercer año en la Academia de San Carlos. En primer año mi maestro fue el paisajista Héctor Cruz, entonces salíamos en grupo a pintar paisaje. Nunca tuve problemas, en la escuela te daban todas las facilidades para pintar, te regalaban el material, había pigmentos y papel gratis para pintar, cartón preparado, tenías derecho como a dos telas al año.

ABSTRACCIÓN Y ENCAUSTO

Mi primer maestro Alfonso Ayala me enseñó cómo preparar encáustica, fuimos a conseguir cera al centro, pigmentos a una tlapalería en 16 de Septiembre y luego me invitó a su casa a comer. Ahí hicimos los colores y pinté dos cuadritos a la encáustica. Dejé caer ese interés, pero guardé en la memoria sus clases. Muchos años después, se me antojó un material con más textura y cuerpo que el óleo, y me acordé de mis colores a la encáustica. Ahora es la técnica que más uso, la encáustica, de vez en cuando uso temple, eso lo aprendí en San Carlos, porque ahí solo se pintaba al temple, no se pintaba con óleo porque era muy caro. El temple era mucho más económico, se hacía con un huevo, con una barniceta, los pigmentos te los daban, en cambio pedir un estuche de óleos era muy caro.

EL TIEMPO EN UN SONETO

Al conocer el tema me vino a la cabeza este soneto de mi tío don Carlos Pellicer que empieza: “Tiempo soy entre dos eternidades”, dije ya está con el soneto que es maravilloso, en ese momento vi, imaginé lo que podía pintar. Luego empecé a hacer unos apuntes y a darle figura a esa idea que quedó finalmente en el cuadro. Pensar en que nosotros somos una línea de vida entre dos eternidades, lo que quedó atrás de nosotros y lo que se abre por delante y que nosotros no somos más que esa línea. Esa fue la inspiración y me halaga muchísimo que te acuerdes de Rothko. Por la forma geométrica tiene que ver con los cuadrados de Josef Albers, que es un abstracto purísimo, al contrario de Rothko, él no tiene ninguna textura, es más limpio. La misma cera, en un principio me molestaba que después de haber cubierto toda la superficie con una capa de un color homogéneo, y al cauterizarla con la pistola de aire caliente, surgía otra vez lo que ya había quedado anulado en el fondo, me he dado cuenta que eso enriquece la pintura, igual que afloren todas las vivencias pasadas, porque vivimos en función de los recuerdos.

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