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Te cubrirá con su sombra
Darío Ortiz
Estudió Derecho y Química en la Universidad Nacional, renunció a todo, por la pintura, dice que está en esto porque le tocó, porque es inevitable, es su destino. Se interesa por el Renacimiento y el Barroco, por sus composiciones que surgen del intelecto, no de la realidad, construye su pintura en la mente y después la plasma en el lienzo.
Obras de gran formato rodean su estudio, escenarios con personajes que escuchan la conversación.
PINTURA Y MENTE
El arte es un asunto completamente mental, la pintura termina siendo conceptual. Buena parte de la figuración del realismo del siglo XX es el ojo-cámara que va captando todo tipo de escenas: el rincón, el paisaje, la ciudad, el individuo, y claramente a mí eso no me interesa. Necesito ir más allá del ojo captador, necesito interactuar con lo que tengo enfrente. Lo que hago es pintar un performance, una serie de personajes que entran y salen de la obra, que dialogan entre sí; voy buscando esos momentos intangibles, intuitivos, porque al final en el arte y en la pintura lo que vale la pena decir es aquello que no podemos decir en palabras.
ARQUETIPOS Y PINTURA
Indago sobre la supervivencia de los arquetipos, algo así como Freud y Jung, creo que estos arquetipos, como pasa con las tragedias griegas, tienen cosas que decirnos de nuestra contemporaneidad. Al pensar en estos asuntos surgió Umberto Eco, la semiótica y la semiología, aprendí a rescatar esos símbolos, generé un diálogo directo con la pintura del pasado y con los temas que trabajo. Al hablar de la contemporaneidad, de lo que está pasando en la política, lo que estoy sintiendo como individuo, voy a esos temas, a esos arquetipos y a esos símbolos.
EL SIGUIENTE CUADRO
Se puede odiar el trabajo después de que has terminado y estás convencido que es un buen trabajo, pero al final tiene una caída. Creo que por eso uno comienza el siguiente cuadro, porque dices en el próximo, y en el próximo del próximo, ahí es donde voy a encontrar realmente lo que quiero decir, porque eso es intangible y no es fácil encontrarlo. Apenas sientes que lo tienes, tocas su cola y, como una zarigüeya, se escapa y te toca seguir escarbando a ver dónde está. Es que hay demasiado que plasmar, que hacer, para creer que con unos pocos colores y unas pocas telas lo hemos logrado.
LA PINTURA ETERNA
Me sorprende cuando ciertos actores de la Historia del Arte han dicho que la pintura se murió, etc. Se murió la relación de ellos con la plástica y con la pintura, pero para los que estamos en eso, todo está por hacerse. Obviamente uno termina haciendo esto por una terrible necesidad interior.
EL SOL DE DARÍO
Toda luz tiene su penumbra, encontré dentro de los arquetipos religiosos el momento donde el arcángel San Gabriel avisa a María “vendrá el espíritu santo y te cubrirá con su sombra”. No me interesa trabajar el tema de la anunciación, sino esa relación entre la luz y la sombra, sin que sea un claroscuro clásico. La obra es en un tono autobiográfico, es mi taller en una especie de habitación del artista, me pongo en la posición de la pareja de esa persona que está sorprendida por la imagen de un tercero que le va a anunciar algo. Tiene lecturas múltiples, y surge la relación con las pinturas clásicas y los temas iconográficos, por ejemplo, dentro del cuadro hay otro cuadro, es una variación de la Casta Susana, que es una de las imágenes icónicas de Rembrandt. Me gusta esa visión de misterio porque creo que la pintura misma encierra un misterio, y tiene una capacidad telúrica que conmueve de manera subterránea al espectador.
¿El éxtasis místico es más poderoso que el éxtasis sexual? La carne se arrodilla ante lo intangible, el cuerpo desprecia el placer para refugiarse en la fe. El Sol que pinta Darío Ortiz es la luz de la anunciación, el canon pictórico que describe el momento en que un ángel manifiesta su mensaje divino, es tal el portento que la mujer abandona el lecho de sus pasiones para dejarse poseer por sus visiones. El pintor, en un ejercicio inspirado en Velázquez, se incluye en un autorretrato que da la espalda al milagro, el conocimiento de lo visible niega lo intangible, es la razón que no necesita de la fe.
Óleo sobre lino
134 x 134 x 7.5 cm
2016