Diego Narváez

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Diego  Narváez

Es un sensation seeker del paisaje. Viajó a la Antártica a pintar con 22 horas de luz natural y vientos de 70 kilómetros por hora porque necesitaba ver, sentir y vivir la temperatura, la atmósfera, los “azules alucinantes” y la nieve del fin del mundo.Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM, y del taller de Ignacio Salazar. Posee la sed de aventura de los naturalistas decimonónicos y es observador analítico de la camaleónica urbe, la habita y la pinta.

Quote Cuestiono la idea de suspender el paisaje, de congelarlo, de mantenerlo ahí

Su estudio temporal se ubica en el último piso de la sede de Milenio Diario, desde ahí observó el paisaje urbano que llevó al lienzo. Hacía bocetos en el helipuerto seducido por el vértigo de las alturas.

EL PAISAJE URBANO, CAMBIANTE Y SIN DUEÑO

Pinto, observo y trabajo con esos sitios de la Ciudad de México que no pertenecen a nadie, que todos pasamos de largo y que sin embargo están ahí. Cambian constantemente, con el graffiti y con las huellas que deja la gente que vive en esos lugares, como los indigentes. Lugares que siempre están transformándose, aparecen y desaparecen. Hago un cuadro y a los dos meses vuelvo a pasar y ya demolieron ese edificio y están construyendo otra cosa. Es una relación con los espacios por la transformación de vida, es un paisaje totalmente vivo.

EL PAISAJE INVENTADO, INEXISTENTE

Ese paisaje no existe tal cual como yo lo pinté. Retomé cuatro piezas del “Land Art” del colectivo que se llamó “Ant Farm” en los años setenta en el que enterraron diez Cadillac de los años cincuenta, nuevecitos en un desierto en Estados Unidos (Cadillac Ranch, 1974). Pasó el tiempo y la gente los golpeó, los fue maltratando, les rompió los vidrios y los graffiteaba. A esta pieza, la muevo y le cambio la atmósfera, la luz, la temperatura. Las sensaciones son otras y, en vez de que esté la arena, ahora está la nieve cubriendo los coches. Planteo un diálogo entre el colectivo, la gente, el paso del tiempo, las manifestaciones plásticas y no tal vez artísticas, como es el graffiti, y atraigo a la pintura el paisaje que se hace con el “Land Art”.

EL TIEMPO MANIFESTADO EN EL PAISAJE

Cuestiono la idea de suspender el paisaje, de congelarlo, de mantenerlo ahí. En la pintura siento que pasa distinto. La fotografía se suspende ahí y es un documento de la historia. La pintura se abre a un tiempo muy distinto. Por ejemplo, en la obra de Caspar David Friedrich, que es uno de mis padres, el tiempo es muy extraño, avanza muy lentamente y esto se debe a las atmósferas. En el paisaje, el tiempo y las atmósferas, la densidad del aire tienen muchísimo que ver. En mis pinturas el tiempo no está tan suspendido, de repente se están cayendo cosas o desaparecen y aparecen. Me parece fascinante cómo va caminando el tiempo.

EL PAISAJE DESHABITADO

Al estar vacío de personas invito al espectador a que sea él quien esté ahí, enfrentándose, contemplando y completando al mismo tiempo el cuadro. Dejo ciertas zonas apenas trabajadas y otras más definidas, entonces ahí le toca al espectador poner su parte.

EL PAISAJE Y LA NOSTALGIA

A mí me resulta prácticamente imposible deslindarme de la nostalgia en el paisaje. Es un lugar que ya no está, aunque ya lo hayas pintado ayer, ya no es, ya es de otra forma y con el tiempo ni se diga y en la pintura clásica, mucho más. Los paisajes bucólicos son nostalgia pura. En la ciudad se vive distinto, entra el caos. Es nostalgia pero al mismo tiempo hay un rechazo. Es un paisaje vivo, no tanto como algo que ya fue sino que está siendo mientras tú lo ves. No está totalmente terminado y no está totalmente borrado.

LA METAMORFOSIS DEL PAISAJE

Ese edificio estaba de otro color, ahorita ya lo pintaron de blanco, le pusieron unas ventanas espantosas y hubo una tela por un tiempo y dije: “la pongo o no la pongo”, y hoy ya se fue. Encuentro las soluciones del cuadro en el paisaje mismo que va cambiando. Había un cuadro en el que tenía una toma de aire y no quedaba, la veía y la ponía y la quitaba, y de repente, un día pusieron una reja cuadrada de metal. Llegué al estudio y en tres pinceladas quedó solucionado. Es como platicar con el paisaje.

EL MILENIO VISTO POR EL ARTE: EL PAISAJE URBANO PINTADO DESDE EL HELIPUERTO DE MILENIO

 

Cómo es que observamos el paisaje, eso es lo que quiero que se quede. Que se pregunte cómo es que ves, cómo te relacionas con el paisaje y cómo a partir de la observación tú puedes construir o destruir el paisaje. La falta de observación lleva al olvido y ese olvido desgasta la percepción del paisaje y nos aleja de la realidad. Eso es lo que quisiera, por eso aparecen y desaparecen cosas y se destruyen. Es la mirada que está actuando sobre el paisaje y si el espectador, al ver esta pintura, llega a preguntarse cómo es que yo veo y me relaciono con el entorno cotidiano, yo ya estoy feliz con eso.

 

Desde Milenio

Las tonalidades del cielo nos dicen qué hora es, el atardecer se acerca y la luz está de espaldas al edificio. El paisaje nos permite entender cómo somos parte de un entorno y a observar el lugar en dónde vivimos. Diego Narváez Herrasti capturó un ángulo de la Ciudad de México desde el helipuerto del corporativo de Milenio. Con esta pintura tenemos una visión de un sitio que cada día es diferente, que no deja de transformarse. La percepción de la distancia cambia, en la realidad la mirada no alcanza para verlo todo, y el pintor con el paisaje nos trae lo que él desea que veamos. La ciudad de este milenio queda capturada, retenida con sus colores matizados por un cielo adulterado.


Óleo sobre tela

150 x 170 x 6.5 cm

2013 

   
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