Desnudo en vino
Pavel Égüez
Heredero de la memoria estética de Guayasamín, es un narrador idealista del dolor, la solidaridad y la compasión humana. Su obra es investigación en el muralismo, la pintura y la gráfica a través de la metáfora que se aleja de la literalidad.
Viajó desde Ecuador para participar en la Colección Milenio Arte y traer una obra, un testimonio de su amistad.
CREACIÓN NATURAL
Creo que el dibujo es algo tan natural en la especie humana, todos dibujamos de alguna manera y somos frustrados cuando entramos a la escuela. Empecé en la Escuela de Artes Plásticas en Quito a los 14 años y tuve dos maestros importantes, un poeta, Ulises Estrella, y Pilar Bustos, una dibujante, con ellos conocí la historia, el arte de América Latina y el gran muralismo mexicano, Orozco, Rivera, Siqueiros, profundizamos en sus obras, en el sentido de lo público, lo social.
EL MAESTRO GUAYASAMIN
Apenas iniciados mis estudios en el Colegio de Artes Plásticas, frecuenté el taller de Oswaldo Guayasamín en Quito, hasta que el maestro me aceptó como colaborador y ayudante de sus proyectos muralísticos. En mi formación miré cómo trabajaba sus óleos, cómo expresaba su espíritu, cómo movía sus manos, esa atmósfera mágica era lo que más podía trascender a un joven que iniciaba y que pensaba que estar con Guayasamín vivo era mirar a través de sus pinturas a los grandes mexicanos, especialmente a Orozco, del que fue colaborador en algún proyecto, y al que le tenía un cariño especial, y descubrir que el muralismo debía continuar.
EL MURAL Y LA MEMORIA
El Grito de la Memoria es un mural que recoge la continuidad del muralismo. La búsqueda de identidad y la memoria, indaga sobre la historia de nuestra América en una voz que grita sobre la memoria, los derechos humanos. En mi país que sufrió condiciones duras en una época aparentemente democrática, cuando el gobierno de Febres Cordero destruyó esa noción de paz, de reconocimiento mutuo de los derechos humanos, mi relación con las víctimas, el haber conversado con ellas, recorrer todas las provincias donde se violaron los derechos humanos, ese testimonio vivo, me hizo plantear un mural en donde el espacio público sea un testimonio de que la memoria es lo único que nos va a salvar de repetir las más horrendas historias de América Latina.
LA MEMORIA DEL VINO
El hablar del vino me hizo recordar una época muy hermosa de mi vida, en el Mediterráneo hace algunos años. La relación de la memoria con el gusto, con el paladar, con ese espacio que te da el vino, nos conecta con lo más adentro de nosotros mismos y ese sabor, ese olor, es muy parecido al olor de la trementina, al olor del óleo, cuando entras al estudio empiezas a pintar porque la atmósfera, los olores del óleo te llevan a seguir pintando. Tenía una tela plantada en mi caballete, tenía la idea del vino y fue una obra muy espontánea, trabajé un óleo muy líquido hasta conseguir las tonalidades que tiene el vino, empecé de una manera muy gestual a plantear la obra y fue surgiendo por sí sola. Creo que es el vino más corto que me he tomado y terminé con una nostalgia infinita de esos tiempos en el Mediterráneo, de visitar algunos viñedos, del compartir y de recordar esas conversaciones hermosas donde la gente es de corazón abierto y puede encontrar caminos no sólo para los seres humanos, sino siempre pensando en una América Latina, en el futuro, en la tristeza, en la alegría.
Óleo sobre lino
122.5 x 172 x 7 cm
2018