Santiago Carbonell

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Santiago   Carbonell

Nació en Quito, Ecuador en 1960 y recientemente inauguró su museo en la ciudad de Querétaro en donde vive desde 1986. En su obra hay paisajes, escenas mitológicas, retratos masculinos, y regresa el desnudo, como una condena de su pudorosa personalidad.

Quote La pintura es una fiel amante

Santiago Carbonell nació en 1960 en Quito, Ecuador con nacionalidad española. Emigra a México en 1986 donde contrae matrimonio con María Gabriela. Es padre de cuatro hijos mexicanos y reside actualmente en la ciudad de Querétaro, México.

Comenzó a pintar a los 6 años y durante su juventud vivió en Ecuador, España, Estados Unidos e Italia, para posteriormente llegar a México. Su férrea disciplina, tenaz estudio y refinado talento autodidacta, lo ha llevado a recorrer el mundo, sorprendiendo al espectador con una personal percepción de la pintura. Es un representante destacado de la corriente hiperrealista, aunque -según declara él mismo- se estética no se basa en reproducir lo que la realidad o la fotografía representan, sino en inventar a partir de ellas. Algunos de los premios que ha obtenido son: 1982, del Instituto Catalán Americano de Cooperación y en 1980 la Beca Reina Sofía de Bellas Artes. En 2019 recibe la Presea German Patiño por sus aportaciones a la cultura y el arte que le otorgó el municipio de Querétaro en el marco del 488 aniversario de la fundación de la ciudad.

MUERTE SIN FIN

(fragmento)

 

¡Oh inteligencia, soledad en llamas!
que lo consume todo hasta el silencio,
sí, como una semilla enamorada
que pudiera soñarse germinando,
probar en el rencor de la molécula
el salto de las ramas que aprisiona
y el gusto de su fruta prohibida,
ay, sin hollar, semilla casta,
sus propios impasibles tegumentos. 

 

José Gorostiza


Óleo sobre tela

103.4 x 163.6 x 3 cm

 

2014

 

Su pintura incita a la vista a sentir, a que se convierta en tacto y palpe a la piel.

BELLEZA
La belleza la entiendo como a la física cuántica: las partículas cuando las destruyes cambian su condición. Creo que la belleza es un asunto cambiable, intangible, etéreo, que nada más la nombras y según dónde la nombres y cuándo, adquiere nuevas características, para mí sigue siendo un misterio. En realidad no soy un buscador de la belleza, lo que hago, lo que me interesa es que los cuadros estén bien pintados, bien hechos y ponerme retos en ello. Lo bello, en realidad, es mucho más complicado que pintar la fealdad, basta un error, aunque sea pequeño, un error en cierta simetría o de armonía y llegas a la fealdad fácilmente.

LA PINTURA ES CARNE
El eterno femenino y el fenómeno místico o misterioso son lo que encierra lo eterno y lo supremo. Soy mucho menos que agnóstico, no soy una persona mística pero vengo de una familia muy vinculada a la religión, y para mí sexo y religión van tomados de la mano. El primer cuadro que me impactó fundamentalmente fue El Rapto de las Hijas de Leucipo de Rubens, cuando lo vi tenía unos 13 o 14 años, y estaba en la España franquista en Barcelona, donde el desnudo mayor que podías ver era la Maja de Goya. La pintura fue para mí el despertar respecto al sexo y al desnudo. Rubens hace lo que yo siempre he tratado de hacer: esa transfiguración o transmutación de la pintura en carne. A mí me interesa que el óleo pierda su calidad plástica para convertirse realmente en carne.

LA PINTURA, AMANTE FIEL
He sido muy malo para las relaciones, podría decir que el amor abandona muchas veces pero la pintura no. Conmigo la pintura es una fiel amante. Hay que tratarla con cuidado y tener muy claro que es muy importante no que tú ames a tu amante, sino que tu amante te ame a ti, y yo creo que la pintura me quiere mucho.

LA PINTURA COMO RETO
He dado clases durante muchos años y siempre me decían los alumnos “oiga maestro denos sus secretos”, les digo ¿secretos?, es que no hay secretos, pero si quieres saber cómo pinto mis cuadros, no tengo ningún empacho en decirlo. Creo en la pintura misteriosa que guarda secretos y que cuando la miras de cerca, no encuentras nada, ni ningún vestigio para develar eso, entonces que siga siendo misteriosa, que siga siendo táctil. Sinceramente la mayoría de los artistas pintamos para los artistas, no creo que pintemos realmente para el público en general, sino que pintamos como un reto contra nuestros colegas o a favor de nuestros colegas. Ese diálogo con los colegas para mí es hermosísimo. Un cuadro que es indescifrable, no solo técnicamente sino compositivamente, y tiene ese misterio es una gran obra, y creo que las grandes obras son esas que guardan los eternos misterios.

LA PINTURA ETERNA
La pintura es algo muy primigenio, muy antiguo. A veces los mecanismos técnicos pueden pasar de moda, cuanto más complicada es nuestra expresión se vuelve más fashion y más desechable. La pintura es de una sencillez tan brutal, el amasar pintura y ponerla en un lugar es tan sencillo, que por tan sencillo vale la pena, le auguro muchos eones de vida y creo que siempre estará viva. Siempre he dicho que la pintura es la célula madre de todas las artes visuales.

LA SOLEDAD EN LLAMAS DE UNA MUJER
Elegí la línea que dice “¡Oh inteligencia, soledad en llamas!” del poema Muerte sin Fin de José Gorostiza y le quite el “inteligencia” porque no quería hablar de la inteligencia, pero si quería hablar de varias amigas con una soledad tremenda en su ardor interior, en su pasión que a veces no es colmada, y que son capaces de incendiar un paisaje, no sólo a cualquier hombre, sino incendiarse a sí mismas. Ese ardor de la soledad me sedujo, es la posibilidad de esa mujer, de estar mirando al Universo, y la puse, un poco romántica, de espalda. Soy pintor de espaldas, porque una vez tuve una novia que se fue, y le dije, “eres tremenda porque me diste la espalda para recibirme y ahora me la das para irte”. Siempre están pendientes para mí esas espaldas, las espaldas que llegan y las que se van.

   
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