Julia López

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Julia  López

Nació en 1936 en un pequeño pueblo cerca de la ciudad de Ometepec. Su obra se empezó a exhibir en 1958 y desde entonces su trabajo ha sido mostrado en varios lugares de México, Estados Unidos y Europa. Su trabajo ha sido reconocido con premios y su afiliación al Salón de la Plástica Mexicana.

Quote Todo esto fue de mi niñez, lo tengo tan grabado, los caminos, los campo santos, los ríos, los mantos

Creadora de un lenguaje puro y auténtico que transforma la realidad en un lugar inasible y fugaz.

La belleza es una virtud que raramente se lleva con inocencia, la maestra Julia López no supo que era bella hasta que el arte se lo dijo y encarnó el sueño de la belleza mexicana, a la niña frágil y ligera la llamaron “la Gacelita”.

 Recuerda cómo su necedad la trajo a vivir en México, “Pues me vine de mi tierra con mi madrina, Zaida, y yo le ayudaba en la casa, ella era modista y tenía muchas costureras a su cargo y yo me salía a barrer la calle y pasaba un güero, un gringo, me decía “adiós”, y otra vez “adiós”, hasta que un día me dijo “oye, ¿no quieres posar para nosotros?”, yo dije “¿qué cosa es eso?””, por primera vez Julia vio una clase de dibujo del natural, una oaxaqueña que posaba “con unas trenzas que le caían al piso”.

El destino empecinado en mitificarla la perseguía con encuentros, “y pasaba yo por la calle y me dice “adiós” una señora que cuidaba una tienda, y bajó una señora grandotota, imponente, que era la señora Guardiola, la que hacía los trajes de charro, vestidos de novia, ahí en Insurgentes y me dijo “ay morena, negrita preciosa, ¿tú de dónde eres?, ¿de Veracruz?”, “no, yo ni conozco Veracruz, yo soy de la Costa Chica de Guerrero”. Julia inicia la carrera que la llevó a posar para Diego Rivera, Frida Kahlo, Manuel Rodríguez Lozano, Orozco Romero, Vlady, Chávez Morado. Comenzó una relación personal con el arte, en los estudios de los pintores, observando el trabajo cotidiano que desemboca en una obra. Julia, que usó zapatos y aprendió a leer hasta que llegó a la Ciudad de México, recitaba a García Lorca en las representaciones que Rodríguez Lozano montaba en su estudio, “él me enseñaba, los leía y me decía “apréndetelos, a ver qué memoria tienes” empezaba yo a decirlo, y corrían la cortina, que eran la sábanas de la cama de Manuel”, “Y yo que me la llevé al río creyendo que era mozuela, pero tenía marido.

Fue la noche de Santiago y casi por compromiso se apagaron los faroles y se encendieron los lirios…”. “La Gacelita” fue musa involuntaria de la construcción de un sueño de nación que se proyectó en los murales, en el cine de su amigo el Indio Fernández, en una estética idealista desbordada. Las modelos no observan, son observadas, Julia rompió esa inercia y aprendió de mirar el trabajo, de verse a ella misma lo distinta que era en una obra de Vlady o en una de Rodríguez Lozano, y decidió pintar.

Carlos Orozco Romero se negó a ser su maestro, “dijo que ya tenía un estilo original y que, si él me daba clases, iba a pintar como él, y sí es cierto”. Julia pinta sus paisajes y memorias, “todo esto fue de mi niñez, lo tengo tan grabado, los caminos, los campo santos, los ríos, los mantos, todo, fiestas populares”, se impuso en la Plástica Mexicana con un estilo auténticamente naïf, desde la manifestación real de su experiencia de vida que se tradujo en un lenguaje pictórico, en color, en composiciones. Julia que ama a la vida y a la pintura recrea esa voluptuosidad en su obra realizada para El Amor visto por el Arte, “allá les dicen caminos reales, y hay muchas flores, muchas mariposas, muchos charcos, todos los animalitos tomando agua y la gente hace baile abajo de los árboles”.


Acrílico sobre tela
172.3 x 122.5 x 7.2 cm
2017

   
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