Camino de paso
Liliana Gálvez Heras
La búsqueda de un estado armónico interno y externo la ha llevado a la observación del entorno y su recreación pictórica. Egresada de la licenciatura en Artes Plásticas por la Universidad Autónoma de Querétaro. Los efectos visuales de sus pinturas son resultado de la constante experimentación, de aciertos y fracasos, hasta que consiguió la atmósfera que deseaba.
Vive y trabaja en la ciudad de Querétaro; se concentra en la transformación de la realidad para llevar al lienzo.
CONCIENTIZAR LA DECISIÓN
Antes de entrar a la licenciatura era claro que quería ser pintora, nunca tuve la duda. En el trayecto de la licenciatura varias personas a mí alrededor me dijeron: “bueno, ¿y de qué vas a vivir?” La verdad es que no tenía a nadie cercano que viviera de esto, ni influencias familiares. Mi papá es médico pediatra, mi mamá es matemática. Entonces empezó la familia con que pon un negocio, trabaja para poder pintar. Los dos últimos años de la carrera puse un negocio de sistemas de impresión con mi mamá. Después llegó una fuerte influencia de parte de un pintor que conocí saliendo de la carrera, un pintor que se dedicaba únicamente a pintar y vivía de la pintura. En las primeras pláticas me preguntó: “¿tú qué eres?” “Pues soy pintora”. “¿Y a qué te dedicas?” “A otra cosa”. Al mes de eso dije: “si soy pintora me dedico de lleno a eso”.
MIRAR Y RECREAR
Dije, en primera, abstracto no sé pintar, no me gusta y nunca lo he hecho, entonces empecé a pintar de la única manera en que yo sabía que era figurativa, con retratos de fachadas, pero metiéndome en mi inquietud social del paso del tiempo, la transformación. Trabajé con fotos de rollo, ir a imprimir, ir a cuadricular, ir a hacer el dibujo. Mis primeros cuadros tardaron, literalmente, meses en salir, pero les iba muy bien. Empecé a viajar para ver pintura, saber de qué se trata esto, en serio, de lleno, sin aspiraciones falsas. Agarré mi camarita y todo el día tomaba fotos, así fuera a un bar, a un jardín, a los lugares de viaje, todos los días con la cámara y de ahí salió. Sobre todo, nunca he querido únicamente decorar, el concepto me ocupa bastante tiempo.
EL PAISAJE TRANSFORMADO POR EL CLIMA
El efecto del Agua surgió por esta inquietud sobre el cambio climático, pero no quería ser tan literal ni parecer periódico. Tengo una hermana que es bióloga y me dijo: “en dos o tres años va a empezar a llover y no va a parar en días, las estaciones se van a volver más largas, y el frío va a ser mucho más frío; o sea, no es solo que todo se va a calentar”. Entonces, yendo adentro del auto empezó a llover y a llover y fueron las primeras inundaciones en Querétaro y pensé: “ya está aquí, esto es”. Saqué fotos dentro del auto y decidí: “éste es el cuadro que quiero”.
EL FUEGO EN EL MURAL DEL MILENIO
El elemento Fuego fue sorpresivo para mí por lo que hago y pensé: “es para que vea algo diferente”. Siempre estoy pensando, pensando, pensando. Lo metí en mi cabeza y dije: “a ver, ¿cómo lo voy a arreglar?”. En primera, fuera el color rojo, ni amarillos ni nada. Los retos me gustan mucho, porque además no los resuelvo en un solo momento, medito mucho. Pasa el tiempo, vivo cosas y eso va transformando el concepto. Entonces decidí las tres partes más importantes de la obra o que engloban lo que es en sí. Primero el efecto, eso es importante porque me gusta mucho la transformación de la realidad, la deformación de la línea, no busco el hiperrealismo, me gusta que al acercarte digas: “son manchitas de pintura”, y que te alejes y digas: “ah, también forman letreros, autos, personas, etcétera”, pero además con un efecto de calor.
LA VIOLENCIA Y EL FUEGO
Otra cosa muy importante para mí es la situación social actual en México; todo esto de las muertes, de que si los quemaron, así que me puse a hacer investigación sobre el Fuego mezclado con México y es mucha violencia, y dije: “¿de qué manera lo voy a insertar?”, pero no igual, o fatalista. Como artista plástica, creadora, quiero que mi cuadro sea un retrato urbano con ciertos mensajes. Estoy con la no violencia, no creo que la violencia deba generar más violencia, ni que deba de arreglarse de esa manera. Me di a la tarea de poner en mi cuadro aspectos culturales. Por ejemplo, hay un letrero que es un tapiz que hice de Guerrero; abajo hay otro letrero de una catrina, todo esto borroso para no ser tan literal, tan brusca. La otra parte muy importante es que el cuadro es un camino, es el paso. Todo es un paso, hay cambios y debemos dejarlos pasar, no ser tan incisivos porque siempre nos estamos transformando.
El Elemento Fuego está en la temperatura climática, social, en la desesperación de las calles sofocantes, de la urbe que hierve con millones de motores quemando combustible. Liliana Gálvez Heras pinta al Elemento Fuego en sus consecuencias, la forma se altera, la visión de la realidad está afectada por su temperatura, se convierte en un espejismo, es ese engaño que crea el calor del sol para enloquecernos. Esta pintura guarda misterios, hay denuncias, advertencias y referencias que el observador debe encontrar. Se niega a recurrir a tonalidades calientes para hacernos recordar el asfalto ardiendo, la impotencia ante la aberración climática que hemos provocado y que nos está consumiendo.
Óleo sobre tela
171.5 x 111.5 x 3.5 cm
2015