Letéo y Eunoé
Rodrigo Cruz
Nació en la Ciudad de México, 1974. Estudio la carrera de músico concertista y dos años como fotógrafo. Ha expuesto en más de cuarenta exposiciones de las cuales la mayoría son individuales. Ha sido apoyado artísticamente por personalidades como los maestros Raúl Anguiano, Leonardo Nierman o por instituciones como la Fundación Cultural Domit y la Universidad Anáhuac, su trabajo ha sido expuesto en México, galerías de Estados Unidos y en Francia.
El ilusionismo de su obra es una reflexión filosófica: vivimos sujetos al engaño, nuestra misión es revelarlo.
EL ARTE COMO INSPIRACIÓN
Es una fortuna que al no tener una escuela fija sea autodidacta. Al no tener un solo proveedor de conocimientos en materia de técnica, tampoco la tengo en materia temática. Voy siendo un poco iconoclasta, voy agarrando temas de acá, técnicas de allá, voy armando un todo conceptual y material. En un inicio esto era un, digamos, un desastre porque lo mismo veía una cosa que otras muy disímbolas y con el tiempo eso mismo fue formando el cuerpo de mi trabajo. Últimamente voy conjuntando esa dirección humanista del Renacimiento. Hago pintura pero tomo elementos de otras disciplinas o temas de varias fuentes; es una hipertextualidad de temas de otros artistas. En mi obra hay un cierto manierismo al inspirarme en ellos y, a pesar de que estoy inspirado, en varias partes tiene un lenguaje muy propio.
EL CUERPO COMO INSPIRACIÓN
Navego entre dos mundos: el mundo del caos y el del orden. El del orden tiene que ver con el cuerpo porque es una manera de llegar a algo concreto, no preciosista, no decir que es bello por el cuerpo sino que el cuerpo requiere conocimiento de anatomía, además de que me encanta estéticamente porque es una maquinaria perfecta. Antes de ser pintor quise estudiar medicina, me encanta la anatomía y éste es el elemento más presente. Sin embargo, no nada más me voy a esa parte rigurosa de la exactitud que implica la anatomía: la combino con las cosas que no son precisas, con el desorden, porque si no se ve algo muy estático, sin dinámica. Voy metiendo esas otras cosas que me permite la libertad de una no escuela, que es experimentar con texturas, salirme de los rigores teóricos de lo que es el dibujo, la pintura. ¿Por qué tiene que ser esto dibujo nada más? A lo mejor el dibujo puede ser esta mancha o la pintura puede ser con este material. El cuerpo y las técnicas son navegar en esos dos mundos, entre caos y orden.
TRASCENDER EL ENGAÑO
El ilusionismo me gusta. Es gratificante ver cómo el público se va con el engaño que uno mismo creó porque dices: “logré engañarte y te fuiste con la idea de que ésa era la función principal”. Picasso fue muy figurativo hasta que dijo: “ya me cansé” y rompió. En este caso, puede fascinar lo real, esa ilusión, pero también hay una parte en donde dices ya basta de efectos visuales, ya basta de ser un ilusionista, ¿qué más puede aportar esa obra? Puede seguir siendo figurativa, puede seguir siendo hiperrealista pero puede tener una carga mucho más trascendental que tiene que ver con una composición o con el manejo de las luces o con el tema o con los símbolos o con la técnica.
EL ELEMENTO AGUA EN EL MURAL DEL MILENIO
Tiene un código muy especial y lo que hice fue una interpretación muy personal. En la Divina Comedia, al cruzar el Purgatorio y pasar al Paraíso Terrenal, Dante tiene que beber el Agua de dos ríos, el agua del Leteo y el Agua del Eunoe. Una otorga el olvido y la otra otorga la memoria. Son las dos fuentes de la pintura. Bajo este parámetro quise simbolizar varias cosas. El elemento dual es un solo elemento que significa el olvido y la memoria. ¿Por qué lo da únicamente el Agua, por qué no la leche o la sangre? Quiere decir que el Agua es un ejercicio psíquico. Cuando Dante cruzó el Purgatorio vio los pecados en los demás pero hubo un momento en el que vio sus pecados. Es un acto de contrición, de arrepentimiento. Está agobiado y se le acerca una chica que se llama Matilde y le dice: “tómate esta Agua para olvidar”. Después toma el Agua del Eunoe para recordar. Es decir, lo que pasó ya pasó, ya me arrepentí, los hechos ya sucedieron, ya no hay cómo cambiarlos, ni aunque te arrepientas de mil maneras. Eso significa el olvido; no es un olvido de amnesia sino es un olvido que ya pasó y la memoria es recordar que de eso hay algo provechoso. Conozco el bien no porque desconozca que existe el mal, sino porque conozco lo que es el bien y lo que es el mal.
En la Divina Comedia, ese viaje introspectivo y moral de Dante Alighieri, narra que en su tránsito entre el Purgatorio, es decir la limpieza de la culpa, y el Paraíso o tal vez el perdón, es invitado por Matilde a beber del Agua del río del Leteo, que otorga el olvido y luego a beber del río de Eunoe, que da el conocimiento. Rodrigo Cruz pinta el elemento Agua en esta catarsis de la existencia, olvidar el pasado, dejar los errores y conservar lo que sabemos. El espíritu de Matilde ofrece su cuerpo para beber las dos Aguas en una fuente, ella contiene los dos ríos. La profundidad, la pared, los murales, todo es un engaño, la pintura nos somete a una prueba como a Dante en su viaje por su insondable alma.
Acrílico y polvo de mármol sobre tabla
170 x 120 x 7.2 cm
2015