Sergio Hernández

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Sergio  Hernández

Para el artista oaxaqueño, la pintura es un diálogo consigo mismo. En ella plasma sus pensamientos, sus sueños, las imágenes que lo acompañan desde niño, cuando salió de su pueblo para volverse, simplemente, un ser del planeta Tierra.

Quote Nunca he pensado que soy pintor

Sergio Hernández nació en el pueblo de Santa María Xochixtlapilco, Huajuapan de León, Oaxaca en 1957. Es uno de los artistas mexicanos más reconocidos de su generación en México. Se ha desarrollado principalmente en la pintura, aunque también ha trabajado paralelamente la escultura y el grabado. Forma parte de un valioso grupo de pintores oaxaqueños nacidos en el siglo XX. Sin tratarse de una verdadera escuela, este grupo tiene en común un realismo fantástico que se nutre tanto de herencias precolombinas, un primitivismo mágico y la riqueza ilimitada del arte popular, como de tradiciones universales y cosmopolitas.

Cuando era niño le gustaba ir a los pozos de agua a bañarse y acostarse en el pasto a escuchar las cigarras. Como era tímido no se atrevía a ir a ver los insectos de cerca, así que se contentaba con escuchar su sonido e imaginar cómo eran sus formas. Su sonido llenaba el espacio abierto. Ahora esos mismos insectos son motivo recurrente en sus obras, llenando el espacio de sus lienzos, dándoles forma humana y sobre todo, el color, como las gotas de agua de los pozos. Le gustaba tanto pintar que se negaba a ir al escuela. A los casi nueve años de edad se trasladó a la Ciudad de México con su familia. Siguiendo su vocación por la pintura estudió en la Escuela Nacional de Artes Plásticas (antes Academia de San Carlos) de 1973 a 1974. Posteriormente estudió en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado (La Esmeralda) de 1975 a 1980, donde inclusive, según él relata, vivió por un tiempo pues había abandonado su casa. De entre sus maestros menciona a Gilberto Aceves Navarro en pintura y a Abraham Jiménez López en talla directa; y aunque no fueron sus maestros, reconoce a Rufino Tamayo y Francisco Toledo como dos fuertes influencias en su pintura.

Ha realizado frecuentes viajes por Europa, Estados Unidos, Egipto, Medio Oriente y otros sitios, estudiando tanto el arte de los grandes maestros como las tendencias y vanguardias del momento. La primera vez que viajó a Nueva York fue en 1978, momento en el que ya había obtenido un premio en el Concurso Nacional de Pintura para Estudiantes de Artes Plásticas, que el Instituto Nacional de Bellas Artes auspiciaba en Aguascalientes. Luego en 1987, permaneció por dos años en París, donde tuvo contacto con el taller de grabado de Peter Bramsen, y a los 8 meses de su llegada presentó una exhibición individual en el Centro Cultural de México en París. En su segunda estancia en Paris en 1995 vivió en el Centro Universitario y trabajó en un cuaderno para ilustrar el Popol Vuh. 

Sergio Hernández ha sido un lector ávido, teniendo predilección por los libros antiguos y manuscritos miniados, dicha literatura ha tenido una influencia y representación en su obra, como el poema de Francisco de Quevedo “El sueño de la muerte” que Hernández ilustró con nueve aguafuertes. 

Sus obras ya sea llenas de colores o monocromáticas,  en colores vivos o en blanco y negro, sin textura o con una capa gruesa de óleo y arena, muestran un mundo mágico extraído de sueños, historias, relatos prehispánicos, o pasajes literarios, donde insectos con cuerpo humano, esqueletos, animales, fenómenos, diablos, ángeles, tzompantlis, circos y selvas, son los actores y centros de acción de sus creaciones artísticas.


Óleo y arena sobre lino

150 x 150 x 4.5 cm

2012 

   

ACERCAMIENTO AL ARTE

Todo llega de una manera natural. En el pueblo de donde vengo hay muchas imágenes visuales que era necesario transcribir, ya sea cantando, escribiendo, silbando. La visualización de esas imágenes me llevó a dibujar. Ése fue mi primer acercamiento al arte, que desde luego yo no sabía que se llamaba así. Simplemente, como todos los niños a los que, a veces, los ponen a pintar para que no den lata, me inicié en este proceso y desde entonces pinto.

VIVIR LA PINTURA

Nunca he pensado que soy pintor. Lo que he hecho es vivir de la pintura, una forma de vida que es la más grata para mí. Yo trabajaba en una fábrica, lo que era muy aburrido, un trabajo mecánico, y entonces opté por algo más libre, más natural, más creativo, y empecé a vivir de esto desde muy chico. Mis dibujos me daban de comer: si pintaba y hacía la tarea —hacer la tarea era caligrafía, yo dibujaba las letras no su contenido—, cuando terminaba me daban de comer. Eso era un pago y era suficiente. Si tú vendes tu pintura y te pagan por todas las mentiras que dices, ¡pues qué maravilloso!

GUSTO POR LAS IMÁGENES

Yo no hago teoría de mi trabajo; veo pintura e imágenes muy claras y muy directas y sigo sus pasos para saber cómo fue ese movimiento, pero no es nada más; es una experiencia personal con las imágenes. Me gustan las imágenes en cine y me gustaría más estar en el movimiento de las imágenes, lo que sucede atrás de ellas. En mi trabajo trato de hacer eso. La imagen que está atrás del dibujo es el agua, el líquido, cómo se mueve en una tela; finalmente eso es lo que le da vida a las cosas. Lo húmedo, el agua.

EL LIENZO EN BLANCO

Si en este momento quiero dibujar algo, ¿cómo me enfrento a la tela? Rayándola, manchándola, escupiéndola, pateándola, vaciándole los colores. Y ahí mismo empieza a aparecer algo, obviamente lo empiezas a sacar con piedras, arenas, rayas… pero al final sale algo, no sé qué pero siempre sale. Desde que empecé a pintar hasta ahora es la misma historia, pero contada diferente. No ha cambiado nada, tal vez solo los precios.

LIBERACIÓN

Al pintar se libera mucha frustración, indignación, alegría, pasión, mucho amor y necedad, insistencia. Yo soy muy necio en la pintura. Es un diálogo contigo mismo, es un rumiar, un masticar, como una introspección; son tus sueños que no recuerdas en la mañana, pero cuando pones una gota de agua en el lienzo aparecen: es el inconsciente, sobre todo sexual.

EL TÉRMINO DE UN CUADRO

Tienes que ir despacito, dialogar con el cuadro y esperar a que él mismo te diga: “ya no más”. Sin embargo, a veces uno es muy necio y le sigue insistiendo y luego hay que volver a empezar. Pero volver a empezar no funciona, es como terminar con tu pareja y decir: “ahora sí vamos a echarle ganas, vamos a empezar de nuevo.” ¡No! ¡Nunca! ¡Otra tela! ¡Otro personaje! ¡Otra amistad! Hay que saber que todo se termina, no toda la vida eres pintor. El arte verdadero es el arte de vivir como arte uno mismo, hacer de tu vida una obra de arte.

UN INDOCUMENTADO

Yo me vine a los ocho años a la Ciudad de México, entonces olvidé mi pasado inmediato. Cuando tenía 28 ó 30, volví a saber lo que era Oaxaca. Pero ya estaba tan impregnado de lugares tan lejanos y tan cercanos, que no creo pertenecer a ningún sitio. Soy un indocumentado en Nayarit, Nueva York o a donde vaya. La migración provoca el desapego consciente o inconsciente, aceptado o no; te vuelves un ser que nada tiene que ver con dónde naciste, te vuelves un ser del planeta Tierra.

VISIÓN DEL MILENIO

Pienso que los seres humanos somos una especie muy arrogante, nos creemos mucho, pero de la misma manera también, creativamente, tenemos un gran futuro en todos los campos. Hay guerras, bombas y seguramente vamos a mutar, pero la ciencia avanza. El ser humano hace cosas muy estúpidas, pero también muy humanísticas y generosas.

 

Hombre pez

El diálogo entre la naturaleza esencial del ser humano y los símbolos ocultos y primigenios de la cultura popular, se posicionan en el lienzo con tonalidades que surgen del calor del sol sobre la tierra. La pintura de Sergio Hernández es un talismán, es el chamanismo como presencia milenaria en el origen del arte y la síntesis de sus formas narran episodios de una leyenda que no termina de contar. Oaxaca es centro de creación y origen de artistas, es una semilla que se siembra en cada lienzo, que persigue a sus creadores, la pintura de Hernández está impregnada de su tierra y de sus voces.

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