Javier Peláez
Desde niño tomó clases de pintura, estudió arquitectura y dejó la carrera para seguir su vocación pictórica. Se dedicó a pintar “con mucha inocencia, con mucha hambre”. Estudió en el taller del pintor catalán Demetrio Llorden, discípulo de José Bardasano. Admite que la pintura se da después de muchas horas de trabajo. En su estudio, ubicado en una casona antigua, podemos seguir los rastros de sus temas, juguetes, zapatos, papeles reflejantes, entre el orden y las voces de una ópera moderna.