Aire
Edmundo Ocejo
Estudió Diseño Gráfico por la presión social de un trabajo estable o normal; a pesar de que profesionalmente le funcionaba bien, se sentía insatisfecho, hasta que dejó de oponerse a su vocación y se dedicó a pintar. La pintura se convirtió en un reencuentro consigo mismo.
Entramos a su estudio a interrumpir el silencio de su pintura, la serenidad de sus escenas naturales, metafísicas.
LLEVAR LA PINTURA DENTRO
Desde joven he estado pintando y escribiendo un poco; me gustaba manifestarme de alguna forma en la escritura o a través de la pintura para entrar en una narrativa personal, que fuera muy íntima y no necesariamente lo que me daba el diseño gráfico, que es más comercial o con otros objetivos. Dije: “yo necesito ir adentro”, siempre volvía a esa necesidad de ir adentro y poder expresarla de alguna forma. Ya era una necesidad de vida y ni siquiera me podía plantear por qué esa insistencia era tan recurrente en mí. Escribir y las lecturas que estoy continuamente buscando. Creo que la poesía es fundamental en mi vida; en la poesía encuentro esos remansos tanto internos como externos.
TRABAJO Y PAZ
En esa factura es como voy haciendo mi trabajo y ese desarrollo técnico me enriquece mucho. Al ir trabajando la pintura, no dejar la pintura en un primer plano sino hacer todos esos planos que van quedando atrás, aunque muchas veces no aparezcan, se va enriqueciendo el trabajo posterior, le dan otra presencia, lo dan incluso los mismos colores, que van cambiando y se van adhiriendo unos con otros. Con todos estos enriquecimientos, hay ciertas zonas que no quieres tocar pero tienes que sacrificarlas porque no puedes dejar la pieza con las partes que te gustaron, porque si no sería como un rompecabezas. Tiene que haber unidad estética y unidad de pensamiento. Busco muchísimo que mis piezas entren en ese estado de tranquilidad, sobre todo en un mundo tan tenso y aprehensivo como en el que vivimos hoy en día.
EL REMANSO DEL ARTE
Para mí la pintura siempre ha sido una cuestión de generar una propuesta fresca. Podría proponer también ciertas inquietudes en cuadros que fueran más agresivos pero ya hay demasiada agresividad cotidiana como para seguir empujándole por ahí. Me lleva mucho más para mi forma de ser, mi pensamiento, mi corazón, el buscar esos remansos de tranquilidad porque, finalmente, lo importante es que la obra se conecte con un ser humano que trate de percibir lo que estoy queriendo decir, y en esa conexión es donde el resultado sería un muy buen logro.
ENSUCIAR EL AIRE Y LA VIDA
Hemos descuidado el planeta y el Aire, incluso se pueden percibir olores que no son intrínsecos del Aire pero que los transporta, y así como la misma contaminación hay una serie de factores con los cuales vamos destruyendo al planeta. Entonces, la intención de la pieza, que sería fabuloso pero no creo que llegue a tal extremo, la propuesta es hacernos conscientes de que tenemos un solo planeta, y que si no lo cuidamos a las generaciones futuras les va a llegar en muy mal estado. Me haría muy feliz que la gente genere esa conciencia ya no por mi trabajo o por mi obra, sino por una conciencia colectiva y que veamos cómo a través del tiempo el ser humano es necio y no aprende, no aprende de los errores que va cometiendo, y llegará un momento en el que nos podamos llevar una mala experiencia.
EL AIRE EN EL MURAL DEL MILENIO
La percepción que tuve al tener el tema del Aire sobre los cuatro elementos o el quinto, que sería el Éter, es que el Aire no lo podemos ver, lo sentimos de alguna forma, y dije: “uno va transitando por diversos lugares y el Aire se nos puede presentar de muy diversas formas pero siempre está presente en nuestra vida. A pesar de que exista una quietud enorme, el Aire está ahí. Es lo que nos da vida”. Entonces, lo que hice es tratar de materializar ese espíritu del Aire en el cuadro a través de una propuesta también muy natural, hablando del árbol y las cuestiones abstractas porque, finalmente, este Aire que nos envuelve es una abstracción.
La paz de una escena casi abstracta, un fondo geométrico, las tonalidades azules aplicadas en decenas de capas de encáustica le aportan profundidad, crean un espacio irreal para un árbol que con su presencia rompe la constante geométrica. Edmundo Ocejo pinta al elemento Aire como esa ráfaga leve y reparadora que respiramos, que pasa en silencio entre las ramas del árbol. El espacio permite la presencia del Aire, se abre a su inasible serenidad. Este paisaje nos invita a estar, nos da un lugar interior como la inhalación que lleva Aire dentro de nuestro ser y nos da vida, nos deja continuar. La pureza de la composición nos inspira a mantener la pureza del Aire, a cuidar su integridad, a dimensionar que somos Aire.
Encáustica y óleo sobre madera entelada
170 x 120 x 7 cm
2015