Luis Filcer

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Luis  Filcer

Nació en 1927 en Ucrania y emigró a México a los seis años. En un viaje iniciático muy joven se fue a Europa a ver en vivo a los artistas que lo empujaron a pintar. Creó un lenguaje y un estilo tempestuoso que refleja a la naturaleza humana.Asiste a los casinos, teatros, consultorios, todos esos sitios en los que los seres humanos nos abstraemos y que le dan espacio mental para dibujarnos

Quote Lo que he vivido es lo que ha vivido también goya.

Actualmente, la obra de Filcer está siendo re-valorada y el equipo de subastas Popup, dirigido por Juan José Díaz Infante y su socia, Mónica García Barragán están haciendo una labor magnífica de difusión de la obra Filcer alrededor de todo el país.

Con más de 300 exposiciones individuales y muchas más en exposiciones colectivas, Luis Filcer es considerado uno de los artistas expresionistas más destacados y uno de los mejores artistas en México. Su carrera abarca más de 70 décadas de trabajo ininterrumpido, principalmente en pintura pero también en escultura. Ha obtenido premios como la Medalla de oro del Círculo de Bellas Artes a sus 22 años, así como una medalla en la Bienal de Japón.

Fue miembro del Salón de la Plástica Mexicana y figura en el Mural Milenio (elemento Fuego). Filcer continúa cautivando el corazón humano con la autenticidad de su obra, cuyos temas universales siguen siendo de actualidad. En sus propias palabras: "Soy un pintor de la vida y siento pasión por vivir. Para pintar, debo sentir y proyectar en el lienzo la intensidad de lo que estoy experimentando por dentro. No recreo la vida tal como es, sino como la percibo desde dentro.

Así, una imagen puede interpretarse basada en esa intensidad. Una cara, por ejemplo, puede ser roja, verde o azul. Un árbol puede crecer en tamaño y un paisaje puede ser diferente de lo que los ojos perciben. Pero si es honesto, será intrínsecamente hermoso. La vida puede ser extática a veces y tremendamente trágica en otras; pero en su totalidad, nunca deja de asombrarme. Me maravillo de la vida y le rindo homenaje de todas las formas posibles y con cada obra de arte que he creado o crearé jamás."


Acrílico sobre tela
172.5 x 132 x 7 cm
2015

   

Decidió ser un testigo que nos ve, nos observa, un espía que nos capta furtivamente para reinterpretarnos en su pintura de intensos colores.

LA INICIACIÓN

Cuando tenía 17 años leí por primera vez a Irving Stone, Anhelo de vivir, que es la vida de Van Gogh, y de la que se hizo una película fantástica. El libro me cambió la vida por completo porque empecé a pintar a través de ese libro. Me emocionó tanto la vida de Van Gogh, cómo explica por carta todo lo que veía, todo el sufrimiento que vivió para llegar a ser pintor desde muy joven, y eso me cambió la vida y empecé a pintar junto con él.

LA VIDA, TEMA DEL ARTE

La temática de Van Gogh me inspiró mucho porque también empecé a vender suéteres en La Lagunilla con mi papá. Ahí veía la miseria, eso me impresionó mucho y es lo que empecé a pintar. Busqué pintar a los obreros, a los campesinos, todo lo que veía en La Lagunilla, y fue cuando inicié mis estudios en la Academia de San Carlos, a los 17 años, porque quería aprender. Estuve un año en la Academia y después asistí de noche durante tres años a clases con el pintor español José Bardasano Baos; ese fue realmente mi inicio como pintor.

HUMANO, ARTE HUMANO

Me han influido muchos artistas, sobre todo Goya, Edvard Munch también; me han influido por su visión humana. La visión humana es lo que más me ha interesado, todas las acepciones que se pueden decir del ser humano, todos sus contubernios, categorías, los cambios sociales, las religiones. Me ha interesado tratar de interpretar todo lo que es el ser humano. La interpretación de todo lo que he vivido es lo que ha vivido también Goya; por ejemplo, en su tiempo pintaba todo lo que veía y todo lo que suponía una maravillosa experiencia en su mente; es decir, todo lo que el ser humano ha sido era importante para él.

LA SOLEDAD HUMANA

Pinto actividades humanas que he visto. He viajado mucho en metro; no había hecho dibujos ahí porque se molesta la gente cuando uno la está dibujando, pero he encontrado algo común en todo esto que es mucha soledad. Sobre todo en el metro, porque la gente no habla en ninguna parte. En todos los metros en los que he viajado, la gente no habla. Hay una distancia porque nadie quiere que se metan en su vida, así es que no hay compañerismo, están las caras paradas, unas caras contra otras, nariz con nariz casi, y no se hablan, cada quien está en su mundo, hay soledad, y todo eso trato de interpretarlo en lo que pinto.

ESPERANDO A DIOS

No ha llegado, Dios no ha llegado casi nunca, todos esperan a que llegue. Es la espera de la esperanza, es la esperanza de que pueda llegar alguien superior o algo superior en bienestar de la gente. La religión es eso, una espera; y la espera también está en todo, con los doctores, en la espera del metro, en la espera de la muerte. La muerte está esperando.

EL FUEGO DEL BAILE FLAMENCO EN EL MURAL DEL MILENIO

El flamenco es el baile más fantástico que he visto, es realmente pura pasión, es una pasión tremenda, muy concentrada. Lo he visto mucho en España, he hecho apuntes y ahí me llena eso, porque siento que tengo el Fuego de la pasión. Si no tengo nada que hacer con Fuego, no me resulta; es decir, es mi temperamento al cual dedico toda mi obra. Las cosas calmadas no me producen ninguna emoción, puedo ver un paisaje maravilloso y tranquilo pero no me llena el alma. A mí me gusta una cosa tormentosa, fuerte, algo que me mueva igual que el baile flamenco. Todo lo que me emociona es con Fuego y las diferencias que hay, los contrastes son lo que me ataca. Si voy a una fiesta, por ejemplo, donde todos bailan y hay un revoltijo de gente, son los contrastes lo que veo, y es lo que trato de hacer, los contrastes son indispensables para mí y para mi forma de pensar.

La pasión, el temperamento, la entrega, son el Fuego para Luis Filcer. Se deja llevar por el ritmo del baile flamenco, por su coreografía violenta e impetuosa, cargada de furia hasta cuando es lenta. Pinta a una bailarina que en el cuerpo tiene la forma de las llamas, una curva constante que emana color, rodeada de rojos, amarillos, en una bóveda en la que resuenan las palmas y los taconeos. Filcer observa a los bailaores con una libreta de apuntes en la mano, los dibuja frenético, persiguiendo con su trazo los pasos, las manos, el cante. Un elemento natural se convierte en una referencia emocional y estética. Comparte su Fuego, y él mismo confiesa que necesita sentir esa fuerza para inspirarse, que son esas llamas las que lo incitan a pintar.

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