Enrique Oroz

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Enrique  Oroz

Reúne y transforma en sus pinturas a los grandes maestros europeos, la publicidad, la música, y hasta a las pesadillas en una ecléctica orgía.

Quote La pintura es un producto de mi mente que se nutre de la realidad

La pintura de Enrique Oroz refleja una violenta cuanto fructífera revaloración de los símbolos de la historia del arte y de la cultura pop. Al artista nacido en 1965 en Ciudad Obregón, Sonora, y residente desde su infancia temprana en Guadalajara, le obsesionan temas fundamentales: el erotismo y la religiosidad, que es tanto como decir que la vitalidad sin freno y el misterio de la muerte son los temas predominantes de su obra. El artista ha expresado, con respecto a su interés en el arte religioso: “lo que hago es reinventar ese tipo de pintura a partir de la historia y del presente, incursionando en un mundo pictórico agotado y generando un nuevo lenguaje, […] tratar de crear una pintura posible, en constante diálogo con la realidad, y de paso sacudir el polvo del espectador en una ciudad como Guadalajara, donde se acostumbra a observar el arte, la pintura, de manera en exceso pasiva”.

De formación preponderantemente autodidacta, Enrique Oroz es un pintor libérrimo cuyas imágenes tienen fuertes reminiscencias de los grandes maestros, así como inserciones desafiantes de íconos de la cultura popular, como señala Rubén Bonet: “atmósferas que remiten al esperpento de Goya combinado con un Warhol de bajo presupuesto y guiños a los aspavientos neoexpresionistas de Pollock”.

La exaltación del alcoholismo como forma de vida es notoria en las obras y en la manera en que el artista ve el mundo, pero esto no altera el enorme control que ejerce sobre sus ejecuciones. Pintor en ascendente demanda, Enrique Oroz ha expuesto su obra en Guadalajara en la Galería de Arte Moderno, el Museo de las Artes de la Universidad de Guadalajara, la Casa Vallarta, el Ex Convento del Carmen, el Museo Raúl Anguiano y el Instituto Cultural Cabañas, entre otros espacios. Su exposición individual Bizarro se presentó en 2008 en la Galería de la Secretaria de Hacienda de la Ciudad de México, y el Museo de Arte de Zapopan (MAZ) expuso en 2012 su muestra A Mano Armada. En el extranjero ha exhibido su obra en Las Beaux-Arts de Saint Etienne, Francia, en 2006, y en el Taller de Tony Wolfenberger en Zurich, Suiza, en 2007. Obras suyas forman parte de la Colección del Pueblo de Jalisco y del acervo del Museo Álvar Carrillo Gil.

Además, el maestro Oroz fue integrante del Sistema Nacional de Creadores del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes de 2014 a 2016.


Óleo sobre tela
170 x 120 x 7.3 cm
2015

   

Reúne y transforma en sus pinturas a los grandes maestros europeos, la publicidad, la música, y hasta a las pesadillas en una ecléctica orgía.

 

LEJOS DE LAS IMPOSICIONES

Estuve un tiempo en el Instituto Cultural Cabañas, pero luego me di cuenta que lo que yo quería era incompatible con la Academia. En ese entonces dibujaba las anatomías de tamaño natural en los muros o en papel craft, en lugar del caballete. Eso fue lo que me atrajo de la escuela, pero cuando los maestros empezaron a establecer sus lineamientos me pareció que me sofocaba. Me fui a Los Ángeles a vivir, a ver museos, ver en vivo los cuadros de los maestros abstractos y figurativos norteamericanos que siempre me han gustado, a leer y a experimentar el fenómeno de la música, que siempre me ha gustado.

PINTAR DESDE LA REBELDÍA

Es mi carácter, digamos que incorporar elementos que significan la esencia de la sociedad. La imagen correcta de las cosas era algo que me molestaba, y por eso me salí de la Academia. La idea que tenía de elaborar cuadros no coincidía con la estrechez de la Academia, que no me permitía hacer estas cosas. Lo pude hacer cuando me liberé. Para mí, el logro personal que me ha ofrecido el hecho de ser pintor es esta idea de liberarme de cánones. No es que yo diseñe los cuadros, no es que diga: “quiero hacer esto”. Lo que hago responde a una especie de ente, de necesidad interior de este niño que siempre trata de presentarse en mis cuadros. Ya no es un niño, es un adulto, pero hay ese proceso de ver la iconografía que viene de todos lados. Recuerdo que de niño veía los cómics y sentía que me hablaban, que no decían lo que decían. Los cuadros, cuando tuve oportunidad de verlos, me decían cosas que tenía que traducir de cierta forma. No me interesa seducir a un grupo social específico; es un deseo personal, es una necesidad mía de querer que las cosas sean así.

ICONOGRAFÍA SUBVERSIVA

Es una experiencia visual, estoy rodeado de imágenes que archivo inconscientemente. No soy de que apunte o de que vaya organizando imágenes y luego las archive. Puedo salir a la calle y ver un anuncio publicitario o un diseño gráfico y al mismo tiempo estoy pensando en lo ridículo que se veía esa persona que vi en la esquina. Estas dos cosas se mezclan. En mis cuadros puede haber una referencia a un gusto musical y por otro lado un personaje político. Abordar las imágenes es un acto consciente de manejar lo inconsciente. En donde se bifurcan, en donde se mezclan estas imágenes es en los cuadros que transformo, pero que no necesariamente salen a la primera. Hay que corregir, hay que borrar y ese proceso de estructuración del cuadro me gusta muchísimo. Es lo que muestra algo totalmente fuera del lenguaje, que describe algo que con palabras no se puede decir.

EL ELEMENTO TIERRA EN EL MURAL DEL MILENIO

 

Reuní por un lado una frase de Octavio Paz que dice: “Crear, devora”. Es el México en que vivimos. En todas partes del mundo, basta con encender la tele o leer el periódico para ver lo que está pasando en Ucrania o en el Medio Oriente, y México no se queda atrás. Esta idea de que la Tierra surge de los huesos es una imagen que me vino casi automáticamente. No soy un diseñador que me la pase viendo cómo voy a organizar los elementos, sino que es una imagen que se generó en mi mente y que tiene que ver con lo que vivimos. La pintura es un producto de vivir, de experimentar la vida pero no nada más es eso; también es un producto de mi mente que se nutre de la realidad. La Coatlicue es la Madre Tierra a la que hace referencia Paz. Devora para crear, y me pareció que las cosas se han ordenado como un eclipse lunar donde todo se alinea de una cierta forma. Se alinea esto, es decir, por un lado la violencia que siempre ha existido, que no podemos decir que es exclusiva de estos tiempos, pero es inédito lo que está pasando ahora en México. La Tierra es ese ciclo de que, necesariamente para nacer, hay que morir.

 

 La Tierra y Coatlicue, un paisaje rodeado de cráneos y una línea de Octavio Paz: crear, devora. Enrique Oroz regresa a la Tierra milenaria, que traga para dar más vida, que no detiene ese apetito porque su voracidad permite nuestra existencia. Es el misterio de la creación que extingue y da, que destruye y renace. La Tierra de Oroz es insaciable, durante siglos recibió sacrificios humanos, es diosa que debemos alimentar para que nos alimente. El arte tiene esa similitud con la Tierra, el artista le tiene que ofrecer su vida y su cuerpo para que dé frutos. La obra de Oroz nace de los contrastes, un paisaje evocador con un marco terrible, esa extensión tiene esas osamentas en sus entrañas.

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