Fuerza de nadie
Rocío Coffeen
Nace en 1963 en San Pedro Tlaquepaque. Licenciada en Artes Visuales para la expresión Plástica (udg). Ha participado en más de 90 exposiciones entre colectivas e individuales, en diferentes foros, dentro y fuera del país, tales como: Open Center for the Arts, Chicago, Museo Casa Diego Rivera, Guanajuato (individual), entre otras. Ha ilustrado artículos periodísticos, relatos, poemarios, libros y suplementos.
Ella es un personaje dentro de su pintura, cada obra es un autorretrato metafórico de su interior.
LA PINTURA EN LOS GENES
Fue fácil el primer inicio, cuando decidí que iba a ser pintora no tuve ninguna duda, incluso tenía ocho o nueve años. Mi papá me había regalado un estuche de acuarelas, ya usado, y me dio unas hojas de unas invitaciones, hojas para reciclar. Me acuerdo que aquí en el lavadero hice el trazo de una fachada y tomé el color violeta con un pincel viejito y a la hora de ponerle el tono a la pared de esa casa que hice fue impactante para mí, fue realmente mágico cómo cobró vida un papel en blanco, cómo un cubito de acuarela de no sabía bien qué tono transformó ese espacio en un espacio vivo. Ahí decidí que iba a ser pintora.
CONDENADA A PINTAR
Siempre pienso y siento que uno vuelve a sus orígenes, te puedes desviar años, meses, pero siempre regresas a tu esencia. Me acuerdo que cuando tenía 35 años, empecé ya tarde en la pintura, no había dejado de trabajar. Cuando falleció mi papá, yo tenía 21 ó 22 años e hice mi primera exposición en la Galería Jorge Martínez de la Universidad de Guadalajara, con unas dieciséis obras. Fue la primera y la última de ese tiempo porque me concreté a trabajar diseñando para sacar a la familia. A los 35 años me vi a mí misma y dije: ¿cuándo vas a pintar? En los ratos de ocio en la agencia de diseño, que realmente eran muy pocos, empecé a dibujar lo mío, a conectarme otra vez con esa parte y fue cuando decidí que tenía que renunciar a un sueldo seguro, a un trabajo seguro.
IRREALIDAD Y PSIQUE
Muchas veces me he preguntado cómo salieron mis imágenes. Es evadir la realidad, es fugarme, no estar aquí y crear mi propio universo, donde puede haber seres que parezcan grotescos pero que tienen una belleza increíble. Son las reglas de mi propio juego en mi universo y tratar de compartirlo con otras personas. A muchas personas les hacía ruido y decían: “¿por qué tan oscuro y tan grotesco?” Yo no lo sentía así, ni lo veía así; simplemente era mi visión interna de ese momento en el que creaba o pintaba y me fugaba de la realidad.
PINTAR Y SER AIRE
En ese momento en el que empiezas a pintar y a conectarte con lo que estás haciendo, no quiero usar la palabra mágica porque ya está muy devaluada, pero entras en un estado de trance en el que ni la música escuchas, ni te percibes a ti mismo. Pintar es como si flotaras, como si te salieras de ti y de toda tu realidad, nada más eres tú con el hecho de que estás pintando, enseñando, viendo tu obra, dialogando con tu obra. Se pierde todo, es una sensación muy especial, muy rara.
LA PROFUNDIDAD DEL BOCETO
Es curioso porque yo había hecho este boceto hace un año, cuando empecé a pensar en cómo resolver un cuadro respecto al tema del Aire. A veces empiezo a incubar las ideas, a imaginar cómo sería. Se sumó la coincidencia que estaba leyendo unos poemas de Octavio Paz y me encuentro con el poema del Aire y me remite a este boceto que había hecho, sobre todo a la última frase que dice “la fuerza que no es de nadie”, y me conecte más con el cuadro, con el proyecto de El Mural y con el tema. Cuando hice este boceto navegaba, caminaba por la ruta de la imaginación y me encontré con escenas que no sé de dónde salen pero ahí están. Entonces salió esta imagen y a la hora de plasmarla fue como tomar una fotografía o congelar ese momento dentro de la imaginación, que fluyera, que tuviera Aire, espacio, que viajara. El Aire tiene la energía del movimiento.
LA FUERZA DEL AIRE EN EL MURAL DEL MILENIO
Un personaje va tocando un arpa. En mi imaginación, ése es el sonido del Aire y es la fuerza con la que va guiando el barco que tiene unos captadores de energía que van transformando el Aire en movimiento. Se me hace muy misterioso todo el universo que hay en el mar. Pienso y me he preguntado cómo es que perciben o ven los peces o los seres que habitan en los mares su propio elemento, el Agua, que obviamente no ven o no sienten. Cuando hay corrientes marinas interviene el Aire pero no lo ven, lo sienten. Interactúan con el elemento.
El Aire, ese elemento inasible, que nos toca, que viaja por el tiempo y el espacio. Rocío Coffeen se convierte ella misma en el elemento Aire, un personaje femenino, su cuerpo son velas flotantes que impulsan una embarcación con extensiones mecánicas, ella o el Aire toca el arpa, da música al movimiento. El mundo que la pintura de Coffeen ha creado rechaza esta realidad elemental, su pintura es cuidadosa, con entrega, hay una obsesión en construir una serie de imágenes que configuren a la existencia en metáforas. El Aire adquiere cuerpo, rostro, Coffeen decide que ella puede ser Aire, puede ser pintura, y puede vivir en un mundo que sólo cabe en su obra.
Óleo sobre tela
172 x 132 x 7.2 cm
2015