El Amor que destruye lo que inventa
Soid Pastrana
Nació en Juchitán, Oaxaca (1970). Estudió en la Escuela de Diseño del INBA. La pasión por pintar lienzos ha convertido a Soid Pastrana en un artista con mucha profundidad y profesionalismo. Trabaja en la pintura, la gráfica, el diseño de ropa, experimentando cómo proyectar su lenguaje en una versión sincrética y auténtica.
El buen Ganesha, que derriba los obstáculos, nos recibe en el taller, llegó a Juchitán desde Asia para ser plasmado en pinturas.
LA OBSESIÓN DE PINTAR
Continuar pintando, sí, porque hay una secuencia, como de un sueño de una noche, puede ser que la siguiente noche sea la continuación de ese sueño, y así es la pintura porque no te permite dormir tranquilamente. A veces me canso de la pintura, pero al final regreso, es como un duelo, es como una cuestión de amantes, de compañía, y te peleas y luego regresas. A estas alturas puedo decir, con toda la madurez o la poca madurez que pueda tener en esto, que jamás voy a dejar la pintura, jamás, creo que me voy a morir pintando porque esto es parte de mí, y es desde que no sabía a qué me iba a dedicar. Al final encontré algo donde mi alma habita tranquilamente.
JUCHITÁN Y EL MUNDO
En los viajes voy registrando, soy muy visual, voy por la calle observando a las personas, a los animales, lo que me rodea y eso inconscientemente es como un registro fotográfico. Los lugares donde paso alguna vez y quizás ya no regrese, sin embargo, hay un registro en la memoria que se vuelve individual y colectivo a la vez. Tarda 3 a 5 años o más, y empiezo a experimentar, a dibujar, lo que yo vi años atrás, eso me ha permitido tener una iconografía variada y no ser tan local, pero tampoco sin salirme de mi región, porque puedo ver algo en Los Ángeles y lo vengo a terminar aquí en el barrio, en Juchitán.
LA OBRA EN EL MUNDO
El trabajo del artista al principio es egoísta, y al final lo compartes. Al principio no quieres que nada se separe de ti, pero al paso del tiempo te haces de la idea de que nada te pertenece, nada es tuyo, incluso lo que haces. Se va pero sabes que mañana te espera otra nueva tela u otro nuevo papel que hay que hacer, entonces la historia siempre continuará. No tengo tantos cuadros míos porque se han vendido, se han ido por otros lados y luego me dicen, “¿por qué no tienes obras tuyas?”, les digo, “es cara y no puedo comprarme una, pero mañana me haré otra”.
EL CORAZÓN DEL AMOR
El corazón permite iconográficamente hacer una síntesis, puedes partir el corazón en varios pedazos, hacerlo una “i” griega, tu vida misma está en la obra, porque cuando se trata del amor o el desamor, se va bifurcando, se va dividiendo. En el corazón traté de buscar un equilibrio, nunca planteo un discurso visual, trato de ser espontáneo, como es mi vida que son momentos, viajes, recuerdos. En el caso del “amor que destruye lo que inventa” es a partir de una anécdota que me contó Francisco Hernández, el poeta veracruzano, dice que lo leyó rayado en el baño de un hotel, y le pareció tan poético, y que de alguna forma los seres humanos somos tan poetas como los propios escritores o poetas. Francisco se tatuó la síntesis que hizo que dice: “amortaja a dos, amortajados”. Es poética y profunda porque nosotros mismos creamos y destruimos lo que inventamos. Lo que nosotros sentimos mañana lo deshacemos, es tan fatal y qué bueno. La frase permite pasar a la parte visual, que es el corazón y se compone con las flores de los bordados que estoy trabajando del Istmo de Tehuantepec.
Acrílico sobre tela
170 x 120 x 7.3 cm
2017